La anjana (de jana, antiguo nombre con que se designaba a las hechiceras durante la Edad Media) son las hadas buenas de la mitología cántabra. También reciben el nombre de insanas, xanes, xinsanes e ijianas.[1] Estos seres feéricos son la contrapartida a los crueles y despiadados ojáncanos y ojáncanas y en la mayor parte de las versiones son las hadas buenas de Cantabria, generosas y protectoras de las gentes.
Descripción[]
Las anjanas son mujeres de hermoso rostro y atractiva figura. Miden medio metro de altura y sus cabellos son largos y finos, adornados con flores y lazos de seda de bellos colores, además de llevar una cruz roja en la frente. Se visten con delicadas y bellas túnicas de seda blanca, que cubre con una capa azul de esclavina que en invierno es negra. Llevan sandalias (aunque algunos dicen que van descalzas) y un báculo de mimbre coronada por una estrella con extraordinarias propiedades mágicas con el que apacigua a las bestias del campo con solo tocarlas; con este báculo se dice que realiza sus magias y curaciones milagrosas. Transporta un pequeño frasco de elixir con el que cura a los enfermos. Esconden unas alas prácticamente imperceptibles y casi transparentes con las que puede volar.[1]
Hábitat[]
Viven en cuevas con suelos de oro y paredes de plata[1], donde acumulan riqueza para la gente necesitada.
Habilidades[]
Pueden vivir 400 años. Su báculo y el frasco de elixir le sirven para curar enfermedades. Pueden transformarse y hacerse invisibles. Suelen prestar ayuda a quien lo necesite o lo pida, siempre que les crea merecedor de ello, ya que en caso contrario, los castigará.
Destacan por su voz armoniosa e inolvidable, así como su afición a cantar y bailar. Protegen a los viajeros extraviados, quienes perciben su presencia debido a su intensa fragancia. Pueden entender el lenguaje de los animales, a quienes protegen del ojáncano.
Si se casan con un humano, perderá su belleza y juventud, transformándose en una anciana, siendo esto un hecho insólito entre las hadas.
Origen[]
Se desconoce su origen; en algunas versiones son criaturas celestiales enviadas por Dios para realizar obras buenas y que tras 400 años regresan al cielo para no volver y en otras son espíritus de los arboles que tienen encargado cuidar de los bosques.
Las leyendas sobre las anjanas montañesas se localizan preferentemente en la parte occidental de Cantabria lindante con Asturias.[1]
Comportamiento[]
Se suelen alimentar de miel, fresas, almíbar y otros frutos que les proporciona el bosque. Viven en grutas secretas de las que se dice que tienen el suelo de oro y plata y en las que acumulan riqueza para la gente necesitada.
Pasan el día andando por las sendas del bosque, sentándose a descansar en las orillas de las fuentes y los arroyos parecen cobrar vida a su paso. Allí, en las fuentes, conversan con las aguas, que entonces manan más alegres y cristalinas. También ayudan a los viajeros perdidos, a los pastores, a los animales heridos y a los árboles partidos por las tormentas o los ojáncanos. Cuando pasean por los pueblos dejan regalos en las puertas de los que se lo han merecido y si se la invoca pidiendo ayuda ellas la prestarán si es buena persona, pero también castigan a quien las desobedece.
Se las ve paseando por las sendas de los bosques, descansando en las orillas de los veneros y en los márgenes de los arroyos que parecen que cobran vida. Conversan con las aguas que manan de las fuentes y manantiales que es donde vive. Ayudan a los animales heridos, , a los enamorados, a aquellos que se extravían en la frondosidad del bosque, a los pobres y a los que sufren.
Se reunían durante el equinoccio de primavera a medianoche en Fuente Dé para intercambiar experiencias, fortalecer su hermandad[1], bailar cogidas de la mano y esparcir rosas, diciéndose que quien lograra encontrar una de pétalos púrpuras, verdes, dorados o azules, alcanzaría la felicidad hasta el día de su muerte.
Durante las noches, en algunas ocasiones, se pasean por los pueblos dejando regalos en las puertas de las casa de aquellos que se lo han merecido por sus buenas obras. Se dice también que las anjanas se reúnen en el comienzo de la primavera en los altos pastos de los montes y danzan hasta el amanecer asidas de las manos en torno a un montón de rosas que más tarde esparcen por los caminos. Aquel que encuentre una de estas rosas de pétalos rojos, verdes y amarillos será feliz hasta la hora de su muerte.