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El monstruoso Cipactli nadando en el mar primordial.

Cipactli (Del náhuatl: cipactli, 'el lagarto negro'' cipactli, lagarto; tlīltic, negro'), fue para los pueblos nahuas un terrible monstruo marino cuya existencia se remonta a antes de la creación de los seres humanos.[1]

Aspecto[]

Se trataba de una monumental criatura, de genero ambiguo y de apariencia semejante al de un híbrido entre serpiente y caimán, o bien de caimán y tiburón en otras versiones. Según los mitos estaba siempre hambrienta y en cada junta que unía sus 18 cuerpos había una boca adornándola con una horrida hilera de dientes en ambas fauces.

Muerte[]

Tras 600 años de inactividad, el dios primordial Ometecuhtli encomendó a sus hijos los Tezcatlipocas que creasen un ser capaz de adorarles y venerarlos, por lo que inmediatamente Huitzilopochtli, dios de la guerra, crearía un medio sol que iluminara la tierra con ayuda de Quetzalcóatl, pero al terminar e intentar hacer emerger la tierra de las profundidades de aquel mar se toparon con un problema, Cipactli.

Los dioses sorprendidos determinaron que la humanidad no podría sobrevivir junto con tan terrible ser, por lo que los hermanos Tezcatlipoca y Quetzalcóatl se enfrentaron a la bestia y como resultado la criatura fue cortada a la mitad. Durante el proceso, Tezcatlipoca cortó su pie para usarlo como carnada, de este modo ambos saltaron sobre la criatura, mientras que en otras narraciones se dice que ambas deidades se transformaron en serpientes gigantes y cada quien le tomo de un lado hasta partirla en dos.

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Cipactli representada en un códice prehispanico.

Al poco rato los hermanos decidieron formar la tierra a partir del cuerpo de Cipactli, una tierra sólida y viviente generadora del sustento para el hombre, nuestra madre naturaleza, pues de ella se creó la superficie, a este mundo le llamarón Tlaltipac y de sus cabellos surgieron árboles, flores y plantas, de su piel surgieron planicies, llanuras y sedimentos fluviales, de sus ojos surgieron pozos, cuevas y fuentes, de su boca surgieron los ríos, lagos y manantiales, de su nariz se crearon valles, cordilleras y mesetas, y de sus hombros surgieron sierras, volcanes y las montaña.[2]

A pesar de su estado, Cipactli no murió, sino que quedo viva y con deseos de venganza, por lo que los diversos grupos nahuas tenían como obligación apaciguar a la bestia mediante el sacrifico humano, ofreciéndole la sangre y carne de los prisioneros capturados durante la guerra.

Bibliografía[]

  1. González Torres, Yólotl (1999). Diccionario de mitología y religión de Mesoamérica. México: Larousse
  2. Amoxaltepetl, El Popol Vuh Azteca (2016) de Christian Aboytes, Editorial Xochipilli, México, página 29, Edición XIX.
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