Arimán o Angra Mainyu es el principio malo, el autor del mal, que combate contra Ormuz y destruye con frecuencia el efecto de sus buenas intenciones: o más bien la noche o la estación en que el Sol se aleja y en que sus rayos no hieren sino oblicuamente la tierra. Este era el dios del mal entre los antiguos persas. Reconocían los magos dos principios: uno bueno y uno malo: el primero autor de todo lo bueno y el segundo de todo lo malo; el uno representado por la luz y el otro por las tinieblas, sus emblemas naturales. Nombraban al buen principio Iezad o Iezdam, y Ormuz o Hormizda, que los griegos traducen Oromazdes y al malo le apellidaban Arimán, en griego Arimannis. Algunos magos creyeron que estos dos principios eran eternos, opinión errónea según otros, pues la creencia ortodoxa consistía en que tan sólo el buen principio era increado. Plutarco nos ha transmitido las tradiciones de los magos relativas a estas divinidades, y a la introducción del mal en el mundo. Ormuz, según ellos, era una sustancia de la más pura luz y Arimán no era otra cosa que las tinieblas; y ambos estaban en continua guerra. Ormuz creó seis dioses: el primero, autor de la benevolencia, el segundo de la verdad, el tercero de la justicia, de las riquezas, del placer que acompaña las buenas acciones... Arimán creó un número igual de genios, autores de los males y de los vicios opuestos. Entonces Ormuz, triplicándose a sí mismo, se elevó sobre el sol, tanto como el sol lo está sobre la tierra y adornó los cielos de estrellas, que puso bajo el cuidado y salvaguardia del perro celeste. Luego creó otros veinticuatro dioses, a los cuales encerró en un huevo; pero Arimán creó igual número, los cuales horadaron el huevo, y de este modo el bien y el mal se mezclaron. Sin embargo llegará tiempo, según sus tradiciones, en que Arimán, aquel que introdujo en el mundo todas las calamidades que lo desolan, deberá ser enteramente destruido por su rival. Entonces la tierra se unirá, los hombres vivirán en un estado de perfecta felicidad, no formaran mas que una sociedad política, observando las mismas costumbres y hablando el mismo idioma. Teopompo dice, siguiendo la doctrina de los magos, que estos dos poderes serán alternativamente vencedores y vencidos, se harán una guerra encarnizada, y que durante tres mil años destruirán mutuamente sus obras, hasta que por fin Hades, o el genio del mal, perecerá; época en la cual los hombres serán perfectamente dichosos, no tendrán necesidad de alimentos y su cuerpo ya no formará sombra alguna, os decir que será transparente.
Ormuz ha prometido, que en el fin del mundo las obras de Arimán serán destruidas por los tres profetas que han de nacer de la simiente guardada en un pequeño manantial de agua, cuyo lugar no está designado todavía con claridad. Otros escritores pretenden que Ormuz, viéndose solo, se dijo a sí mismo: «¿Si no tengo un rival, cual será mi gloria?» Que de esta simple reflexión creó a Arimán, quien por su constante oposición a la voluntad divina contribuyó, sin quererlo, a la gloria de Ormuz. El odio de los persas contra este genio del mal era tan grande, que jamás escribían su nombre sino al revés Mamira. Le ofrecían los peces y reptiles subterráneos y le honraban con estos presentes, dice Plutarco, mezclándolos con la planta Omoni, pulverizada, y con la sangre de un lobo, llevando esta ofrenda a las cavernas más profundas donde jamás habían penetrado los rayos del Sol.