Io era una hermosa joven que se desempeñaba como sacerdotisa en el templo consagrado a Hera, en la ciudad de Argos.
Zeus e Io[]
Una noche, Io soñó que recibía la orden de trasladarse al lago de Lerna, despojarse de sus ropas y entregarse a Zeus. La muchacha consultó a los oráculos de Delfos y Doldona, y ambos le aconsejaron cumplir con el sueño para evitar el castigo divino. Así fue como Io obedeció y se unió a Zeus.
Sin embargo, Hera comenzó a sospechar que su marido estaba teniendo amores con otra mortal. El astuto Zeus, que no quería renunciar a su romance con Io, la envolvió en una nube y transformó en una vaca, para eludir la ira de Hera. No obstante, la diosa no tardó mucho en sospechar de su marido, que pasaba demasiado tiempo con la vaca. Sagaz e inteligente, Hera pidió a Zeus que le ofreciera como regalo tan espléndido animal, que seguramente le proporcionaría leche fresca en cualquier momento. Éste no pudo sino cumplir los deseos de su esposa y le entregó a la vaca Io. Hera, rápidamente, se encargó de llamar al monstruo de cien ojos llamado Argos para que vigilase día y noche a la vaca. Pero Zeus estaba muy afligido por la suerte que había sufrido su amante, entonces pidió a Hermes que adormeciera al monstruo guardián haciendo sonar su lira. Cuando el monstruo se durmió, el dios lo decapitó y liberó a Io. La furia de Hera, quien presenciaba todo desde el Olimpo, se desató sin posibilidad de calmarse de ningún modo, pero el problema era que no podía enfrentarse directamente a su marido ni al hijo de éste, Hermes. Entonces, envió un tábano gigante para que picase a Io, a la que no le quedó otra salida que huir trotando, intentando de cualquier manera alejarse del horrible insecto. Así fue como llegó a Egipto atravesando el mar Jónico . En Egipto, Io dio a luz a Epafo, fundador de la ciudad de Menfis e hijo de Zeus.