
El Yara-ma-yha-who era el hombre del saco (a veces considerado como un vampiro) de la cultura aborigen australiana y, a diferencia de otras culturas, eran su aspecto, comportamiento y hábitos de caza eran descritos en amplitud. Muchos aborígenes lo veían como un habitante extremadamente peligroso y exótico del interior más que un goblin realmente sobrenatural; sin embargo, para los no nativos, se le consideraba de naturaleza sobrenatural.
Leyenda[]
Según la leyenda, el Yara-ma-yha-who mide entre 90 y 120 centímetros de altura, pareciéndose a un hombre rana o mono, debiendo gran parte de su altura a su gran cabeza. Se decía que su cuerpo entero estaba cubierto de piel o pelo rojo, describiéndose sus dedos como ventosas de pulpo. Su cara estaba dominada por una ancha boca desdentada como la de una rana, lo suficientemente grande para tragarse a un ser humano.
Se decía que esta criatura vivía casi exclusivamente en el foliaje de las higueras, yaciendo pacientemente en espera de que un humano solitario descansara en la base del árbol. Una vez que la víctima bajara su guardia, el monstruo bajaría y comenzaría su ritual para alimentarse.
Primero, el Yara-ma-yha-who se aferraría a la víctima y drenaría rápidamente su sangre como una sanguijuela a través de sus dígitos, alimentándose hasta que la víctima estuviera a las puertas de la muerte.
Se advertía a los niños que simplemente se echaran de espaldas y se rindieran a su ataque, a que el monstruo los dejaría cuando dejara de resistirse. Estando demasiado débil para escapar, la presa quedaría indefensa por un periodo indeterminado de tiempo antes de que volviera el monstruo y se la tragase entera. Tras lavar su comida en el río más cercano, el Yara-ma-yha-who would se tomaría una larga siesta. Tan pronto como se levantase, regurgitaría a la víctima totalmente viva e ilesa, como si nunca hubiera ocurrido nada, salvo que el alma del desafortunado sería ligeramente más corta durante el resto de sus vidas.
El Yara-ma-yha-who no perdería la oportunidad de atacar una y otra vez a la misma persona, y con cada ataque, la persona se quedaría un poco más pequeña, más roja y con un poco más sedienta de sangre. Nunca estuvo claro cuantos ataques eran necesarios, pero cualquiera lo suficientemente insensato para seguir durmiendo bajo una higuera se transformaría por completo en un Yara-ma-yha-who.