Las yeguas de Diomedes (Griego: Διομήδους ἵπποι), también llamadas yeguas de Tracia, eran cuatro caballos antropófagos de la mitología griega. Magníficas, salvajes e incontrolables, pertenecían al gigante Diómedes (no confundirse con Diómedes, hijo de Tideo), rey de Tracia, hijo de Ares y Cirene que vivía en las costas del mar Negro. Se decía que Bucéfalo, el caballo de Alejandro Magno, descendía de aquellas yeguas.
Octava labor de Heracles (Hércules)[]
Tras capturar al toro de Creta, Heracles debía robar las yeguas. En una versión de la historia, Heracles lleva a varios jóvenes para ayudarle. Tomaron las yeguas y fueron perseguidos por Diomedes y sus hombres.
Heracles no se percató que los caballos, llamados Podargos (el veloz), Lampon (el brillante), Xanthos (el amarillo) y Deinos (el terrible),[1] estaban atados a un pesebre de bronce porque eran salvajes; su locura se atribuía a su dieta antinatural de carne humana.[2] Algunas versiones dicen que expelían fuego cuando respiraban. Eran antropófagas e incontrolables, y Heracles dejó a su compañero favorito, Abdero, a su cargo mientras luchaba con Diomedes, descubriendo que el chico había sido devorado. En venganza, Heracles alimentó a Diomedes con sus propios caballos, fundando luego Abdera junto a la tumba del chico.
En otra versión, Heracles permaneció despierto para que Diomedes no le cortara la garganta por la noche, y cortó las cadenas que ataban a los caballos. Asustando a los caballos hacia los terrenos elevados de la península, Heracles cavó rápidamente una zanja a través de la península, llenándola de agua y convirtiéndola en una isla. Cuando Diomedes llegó, Heracles lo mató con un hacha (que había usado para cavar la zanja), y alimentó a los caballos con su cuerpo para calmarlos.
En ambas versiones, el comer calma a los caballos, aprovechando HEracles para cerrarles las bocas y llevárselas al rey Euristeo, quien dedicó los caballos a Hera. En algunas versiones, se les permitió recorrer libremente Argos, manteniéndose calmadas de forma permanente, mientras en otras, Euristeo ordena que lleven a los caballos al Olimpo para ser sacrificados a Zeus, pero Zeus las rechaza y manda lobos, leones y osos para matarlas. Roger Lancelyn Green afirma en sus Tales of the Greek Heroes que sus descendientes fueron usados en la guerra de Troya. Tras el incidente, Euristeo mandó a Heracles a traer el cinturón de Hipólita.